lunes, 2 de febrero de 2009

Luego de cuatro años de horror

Detienen a padrastro violador de una menor de 9 años en Pochutla


Patricia Pacheco


La angustia soterrada luego de cuatro años de ultrajes, amenazas y de ser testigo de frecuentes golpizas propinadas a su madre por parte de Gonzalo, su padrastro, hicieron explosión inminente en una pequeña de nueve años quien a finales del año pasado suplicó a su abuela; “Mamá sáqueme de aquí porque mi papá Gonzalo abusa de mi, me toca mi parte por los dos lados, me saca la ropa. Después de lo que hace, me manda a bañar. Esto lo hace cuando él manda a vender tostadas a mi mamá”.
Fue así como a pesar de los amagos de su yerno, quien vociferaba “a mi no me hacen nada, váyanse a la chingada”, Bernardina Alonso Pedro, abuela de la menor abusada, se armó de valor y a principios de este año interpuso una denuncia por violación ante la Fiscalía Especializada en Delitos contra la Mujer, con sede en Puerto Escondido, en contra de Gonzalo Ruiz Hernández, de 42 años, habitante de El Palmarillo, Pochutla.
Luego de varias semanas de búsqueda, el pasado 30 de enero, agentes estatales de investigación adscritos en Pochutla detuvieron al presunto violador en la ranchería El Palmarillo, Chacalapa, en cumplimiento a una orden de aprehensión librada por la Juez Mixto de Primera Instancia de esta ciudad.
Fueron cuatro años de violencia, acoso y terror los que padeció la niña, pues según se asienta en el expediente penal número 09/2009, la primera vez que fue ultrajada por su padrastro ocurrió cuando ella tenía cinco años; desde entonces, su mamá salía a vender tostadas y ella se quedaba a solas con su atacante. Un día la pequeña se encontraba en el patio de la casa lavándose su cara, cuando Gonzalo la llamó y la abrazó, la recostó sobre la cama y le quitó su short y su blusa; “yo tenía miedo”, señala la pequeña en la declaración, sin embargo el sujeto le amarró un pañuelo en la boca para que no gritara y luego consumó el ultraje.
A partir de entonces, las violaciones ocurrían aproximadamente cada mes, y las amenazas del sujeto hacia la menor de que si contaba lo sucedido la mataría, le permitieron a éste seguir con su perversa costumbre durante varios años, sin que la madre u otros familiares se enteraran. La menor narra además cómo el sujeto la obligaba a ver películas pornográficas, para después consumar sus actos, y cómo después de abusar sexualmente de ella la obligaba a bañarse “para que su mamá no se diera cuenta”.
La madre de la afectada, por su parte, integrante de un cuadro de opresión y marginación, en el que acallada por el maltrato constante de su concubino y la necesidad de obtener recursos para mantener a sus cuatro hijos, parecía no tener mayor participación, que la de observadora pasiva ante una historia de horror de la que ella misma era protagonista.
En las declaraciones sale a relucir cómo el día en que la niña desesperada, decide contarle todo a su abuela; Gonzalo mantenía a todos cautivos en su humilde casa, sin dejarlos salir. Ante la preocupación de la abuela Bernardina por no saber de ellos por varios días, llega a la referida casa y se da cuenta de que su hija había sido golpeada por su pareja; el motivo: no haber encontrado un peine luego de que Gonzalo le dio un plazo de diez segundos para localizarlo.
Cuando Bernardina le reclama al sujeto sobre el encierro y los abusos a su nieta, éste le suelta en tono intimidatorio; “váyanse a la chingada, a mí no me hacen nada. Esta mujer no me sirve para lavar ni para coger; es una imbécil, inútil, no sirve para nada”.
A pesar del escepticismo de la denunciante por la actuación omisa de la instancia procuradora de justicia en un caso anterior en el que Gonzalo Ruiz Hernández fue denunciado en la Subprocuraduría de la defensa del Menor, la Mujer y la Familia con sede en Santa María Huatulco, por el delito de violencia intrafamiliar, sin que se fincaran responsabilidades en contra del inculpado por supuesta falta de pruebas; en esta ocasión, Bernardina y su nieta decidieron apostarle a la justicia oaxaqueña, esperando obtener respuestas contundentes.
Según fuentes, la pequeña habló por teléfono con los agentes judiciales en varias ocasiones para insistir sobre la detención y castigo al presunto violador; “¿ya lo van a agarrar?”, les cuestionaba.
Finalmente, el pasado 30 de enero, Gonzalo Ruiz Hernández, de 42 años, quien dijo desempeñarse como albañil, caminaba tranquilamente en la calle principal de la ranchería El Palmarillo, cuando fue detenido por agentes investigadores por el delito de violación agravada equiparada en contra de una menor, y puesto a disposición de la Juez que libró la orden en su contra para que determine su situación legal.

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